Frente
al endiosamiento del activismo en el momento actual que vivimos, el
artículo propone mirar la relevancia del descanso y el reposo en
vistas a un mejor hacer.
Parece
que el ritmo que lleva el hombre de hoy sumergido en el llamado
quehacer diario le ha sometido a la dictadura de las rutinas y a la
rueda de unas recurrentes obligaciones en vistas a la omnipresente
exigencia de la productividad contemporánea.
La primera aproximación bibliográfica para desentrañar nuestro tema nos la va a ofrecer Aristóteles (384 a. C.):
La actividad más preferible para cada hombre, será, entonces, la que está de acuerdo con su propio modo se ser, y para el hombre bueno será la actividad de acuerdo con la virtud. (...) porque la diversión es como un descanso, y como los hombres no pueden estar trabajando continuamente, necesitan descanso. El descanso, por tanto, no es un fin, porque tiene lugar a causa de la actividad. La vida feliz, por otra parte, se considera que es la vida conforme a la virtud, y esta vida tiene lugar en el esfuerzo, no en la diversión.
(
Aristóteles, Ética Nicomáquea, libro X, 1176b 25, 1177a 5.)
Aristóteles es el autor del tratado de ética de mayor repercusión de cuantos se han escrito. En su célebre obra citada se centra en el problema de la felicidad, de la “vida buena” para el hombre. La conclusión reflexiva a la que nos conduce es a reconocer que la esencia de la felicidad radica en aquella actividad del alma conforme a la virtud. La ética de la virtud de Aristóteles hay que situarla en su célebre doctrina de la mesostés o “justo medio”. La clave para alcanzar la virtud siempre estará en el término medio entre el exceso y el defecto de alguna cosa relativa a cada uno, esto es, a su circunstancia. De este modo, atendiendo a nuestro tema, se puede entender que Aristóteles sale al paso de quienes condenan toda actividad ociosa, señalando que la eutrapelia es la virtud, el término medio entre el espíritu de relajación lúdica frente al exceso de seriedad y laboriosidad. Hay que entender, por tanto, que se sitúa en lo que puede entenderse como diversión ordenada.
Ahora, será el consejo del Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino (1225), el que se ha de escuchar para advertir la importancia del asunto que nos interpela:
Quiero
que seas indulgente contigo mismo, porque conviene que el sabio
relaje de vez en vez el rigor de su aplicación a las cosas que debe
hacer. Ahora bien: esta relajación del ánimo respecto de las cosas
que deben hacerse se realiza mediante palabras y acciones de recreo.
Luego conviene que el sabio y el virtuoso recurran a ellas alguna
vez. El Filósofo, por su parte, pone una virtud que se ocupa de los
juegos, que él llama eutrapelia y que nosotros podemos llamar
alegría.
(Santo
Tomás de Aquino, Suma de Teología, II-II, q. 168, a. 3)
Mientras
tanto, en nuestro presente, parece que la dictadura de los mercados y
el poder de la economía han forjado un nuevo paradigma
socio-cultural que concibe el mundo bajo el imperio de la praxis, la
acción y la producción mercantilista. La categoría de dominación
ha venido expresándose en el concepto de “razón instrumental”.
Ha sido el nuevo credo positivista y su razón instrumental la que ha
generando que el hombre contemporáneo haya perdido la conexión con
la tradición viva, como la que estamos citando; la que ha servido de
referente explicativo de las verdades clásicas. Ahora, el sujeto
pensante se ha convertido en individuo al servicio de la razón
práctica y tecnológica, donde el criterio reinante para el
pragmatismo contemporáneo es definido por “lo racional es lo
útil”.
Debemos
terminar, y no podemos hacerlo sin lamentar que toda esta reflexión
es lo que permite al hombre de hoy valorar cuestiones tan humanas
desde la mirada de la filosofía y la teología. Ambas materias están
maltratadas en nuestros sistemas educativos. Parece que la reflexión
y el pensamiento crítico no interesan, puesto que puede cuestionar
discursos tan insustanciales como las declaraciones que dieron origen
a este artículo. Y por último, escuchando a toda la tradición del
pensamiento filosófico y teológico podemos concluir que el descanso
(la eutrapelia) es una actividad lícita, y aún necesaria, no tanto
como fin en sí misma, sino ordenada a una mejor acción. Pero
además, ¡si el mismo Dios creador al séptimo día descansó!
Pedro
Zapater García
Educador
Colegio Tilo
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